Gabriel Rodríguez: "La identidad de juego de River es innegociable" La experiencia de un formador de cracks que cumple 20 años dirigiendo a los juveniles del Millonario: recuerdos, aprendizajes y anécdotas (con Pedernera y Gallardo, entre otros grandes) que marcaron su trayectoria.
Por: Rubén Sagarzazu

En este 2019, Gabriel Rodríguez está cumpliendo 20 años como director técnico de las Inferiores de River. El primero de sus cuatro períodos comenzó en 1981, cuando, con tan sólo 21 años, comenzó su carrera como entrenador de juveniles.
A lo largo de estas dos décadas, y siempre en silencio, se dedicó a formar jugadores que no sólo fueron cracks en la Primera de River sino que también brillaron en la Selección y triunfaron con su talento en el fútbol europeo.
En una extensa charla, nos contó sobre su entrañable relación con el maestro Adolfo Pedernera, cómo descubrió a los jugadores que marcaron época en el Club, su relación con Marcelo Gallardo desde que el actual DT de River era un chico y cómo es el resurgir de las Divisiones Inferiores a través del impulso que propuso el Muñeco a partir del año pasado.
¿Cómo fue tu primera llegada a River?
Yo tenía 21 años cuando llegué acá. Algo raro, porque a esa edad se buscaba en el fútbol tener el primer contrato como jugador profesional. Me conoció Don Adolfo Pedernera y me dio la posibilidad de trabajar con los chicos. Realmente, hasta el día de hoy no encuentro las palabras exactas para describir lo que fue ese momento en mi vida. Y además que la oportunidad me la diera el mayor maestro del fútboly de la vida, que fue Pedernera. Yo dirigía en la Sociedad de Fomento Lourdes, un día vino a ver cómo jugaban los chicos del baby fútbol y se sorprendió por su nivel, tal es así que nos citó a cinco chicos que fueron jugadores de las inferiores. De ahí fue siguiendo mis pasos y a los cinco meses me llamó para que dirigiera acá en River.
¿Con qué categorías empezaste?
Con la 1969 hasta la 1973, que tenían un muy buen nivel. Varios de esos jugadores llegaron a la Primera de River: Leo Astrada, Juanjo Borrelli, el "Gato" Miguel, Pablo Lavallén y el Luigi Villalba, entre otros. Creo que no tenía la dimensión de dónde estaba, porque si no me hubiera asustado. Ahí me di cuenta del nivel que tenían los jugadores de River y que no había iguales en todo el fútbol argentino. Creo que fui tocado por la varita mágica, porque había en el fútbol argentino grandísimos técnicos que en esa época podrían haber estado acá.
¿Y con quiénes trabajabas?
Con nombres que no lo podía creer. Amadeo Carrizo era el entrenador de arqueros,además estaban Martín Pando y Federico Vairo, que marcaron época en las Inferiores de River. En esa época, un técnico tenía a cargo tres divisiones y solamente lo acompañaba un preparador físico.
¿Qué fue don Adolfo Pedernera para vos?
La simpleza, la sencillez y la humildad que solamente los grandes pueden tener. Era un sabio del fútbol y de la vida. Y en lo humano fue lo que más me marcó. Ya en esa época marcaba no solo lo que significaba para un chico jugar en River, sino también que al mismo tiempo tenían que formarse como seres humanos: era un adelantado en todo. Él me enseñó a ser un formador de jugadores más que un técnico. Lo que él decía no se podía discutir, fue un adelantado en el fútbol, vertía conceptos técnicos y tácticos que aparecieron 20 años más tarde, por ejemplo. Lo que me sorprendía es que llevaba a los técnicos de Inferiores a las reuniones con los de la Primera División: fue un revolucionario del fútbol.
¿Y te decía cómo tenía que ser el jugador de River?
Él decía que el jugador de River tenía que tener habilidad, técnica y buen manejo de pelota; después, lo físico y lo táctico se corregía y se trabajaba. Quería que todos, en cualquier puesto de la cancha, tuvieran técnica para jugar. Por eso me decía que jugador de River se nace.
¿Tenés alguna anécdota que marque la sabiduría qué tenía?
Sí, un recuerdo de cuando le tocó hacer un interinato en la Primera de River: a Francescoli lo cambió de puesto, lo sacó del lugar de volante por derecha y lo ubicó de nueve, que fue donde terminó triunfando en toda su carrera. Eso marca que sabía y que veía cosas que nadie ni siquiera pensaba.
¿Y algo parecido pasó con Gallardo?
Yo le había hablado mucho de que tenía un chiquitito que jugaba bárbaro: era Marcelo. Cuando yo lo seleccioné no tenía un puesto claro, podía jugar de 8, 9 o 10. Era un chico que venía del baby fútbol y tenía el potrero adentro. Pero había que ubicarlo en la cancha. Entonces le pedí a don Adolfo que viniera a verlo. No vino nunca, pero me estaba mirando desde la confitería que estaba debajo de la tribuna Almirante Brown, donde él paraba. Estaba bastante lejos pero vio todo: "Cuando lo tiraste de 10 -me dijo- encontró la posición en la cancha. No lo pongas más de ocho". Eso me quedó grabado porque me lo dijo estando a casi 300 metros. Tampoco nadie le dijo que ese era Gallardo, lo sacó porque era el distinto. Pedernera me enseñó a ver el fútbol de otra manera.
Y con Gallardo tenés una relación casi paternal...
Es un chico al que yo tuve la suerte de formar como jugador. No hace falta que nos veamos, hay un cariño y un respeto que va más allá del fútbol. Conozco a toda su familia, con Máximo (su papá) tengo una excelente relación, casi personal diría. También con sus hermanos y sobrinos. Tuve a su hijo Nahuel como jugador y ahora a Matías. Lo que se dio es una mayor afinidad, como también la tuve con Saviola o Driussi. Todo se dio por una química especial, no por un trato diferenciado.
¿Cómo fue el día que lo probaste?
Por intermedio de un amigo que tenía una carnicería, me lo trajeron a probar. Él tenía 12 años. Ese día yo tenía más de 100 chicos para probar, era un loquero y yo estaba sólo. Lo puse y la pelota le llegaba poco. Entonces tuvo la personalidad y me dijo: “Sáqueme de este equipo y póngame para los suplentes “. Entonces lo dejé a un costado y me olvidé de él. Por suerte que el padre no se lo llevó. Y le pedí disculpas y lo volví a poner un ratito, porque ya a los 5 minutos me dí cuenta de que era distinto y lo mandé a fichar. Los sábados le mandaba una camioneta, que era del padre de un jugador de apellido Herbera, para que vaya a buscarlo a Merlo y venga a jugar a Estrella de Maldonado. Y después, el sábado a la noche, se quedaba a dormir en la casa de algún compañero, porque el domingo venía a jugar con los Infantiles de River. En ese momento me decían que estaba loco pero no me equivoqué, porque siempre fue distinto como jugador.
Otra marca de tu carrera es la de haber fichado y formado jugadores que fueron símbolos en River y también triunfaron en Europa y la Selección Argentina.
Ese es el orgullo más grande que uno puede tener: haber formado grandísimos jugadores que fueron distintos y llegaron a la Primera de River y triunfaron en todos lados como jugadores y también como personas. Uno los vio crecer, conoce a su familia y puso una pequeña cuota para que logren sus sueños. Astrada, Borrelli, Gallardo, Crespo, Lombardi, Mariano Juan, Gaby Pereyra, Saviola, DAlessandro, los dos Funes Mori, Lamela, Lanzini, Pezzella, Kranevitter, Mammana, Batalla y hasta los más chicos de ahora, como Montiel y Palacios, que los tuve en Parque Chas. Son un montón de camadas que podría contar y el mejor campeonato que uno puede ganar es que hayan llegado a la Primera División después de haber salido de las infantiles.
¿Cómo está el fútbol de River hoy en Inferiores?
Muy bien. La vara esta muy alta y el hecho de que la Primera gane tantos títulos continentales hace que esto no sea fácil de igualar. Hoy River está en un gran momento y, de todos los años que viví, este es el mejor por lejos. Para mí es un orgullo porque en esta etapa me trajo Rodolfo D'Onofrio, que ha sido una persona que me ha ayudado muchísimo, y con Gallardo como técnico, un chico al que uno vió crecer. Me llena de alegría porque se apostó a un proyecto, con gente capaz y humilde y eso está dando sus frutos. Muchos chicos están llegando a la Primera y en las demás divisiones se sigue el mismo ejemplo: formar jugadores y buenos seres humanos. El jugador de River tiene que arriesgar siempre y mostrar que lleva el potrero adentro, porque la identidad de juego de River es innegociable.
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